Aquella mañana, amaneció con un espeso manto de niebla que parecía descansar sobre el lecho de  aguas oscuras y frías  del pantano. A medida que se adentraba en el valle, surcando con su coche la sinuosa carretera entre la montaña y el pantano, la niebla parecía despertar de su tálamo, elevándose lentamente creando mágicas formas que invitaban a contemplar, por lo que sin dudarlo ni un momento, buscó la oportunidad y detuvo el vehículo en un entrante del pantano.

Cuando se bajó de su automóvil, pudo apreciar un baile de formas danzando ante sus ojos, era la niebla que estimulada por los primeros rayos de sol, abandonaba su álveo. El silencio que reinaba el lugar solo interrumpido por el graznar de algún cuervo, lo envolvió transportándole a otra dimensión, sintiendo como si la niebla se despidiera de él, acariciando su rostro suavemente, apreciando la fresca brisa de la mañana. De repente, un escalofrío le anuncio que debía continuar su viaje.

Este viaje era diferente al resto, siempre que había visitado aquel lugar lo había hecho acompañado, casi siempre por su Padre, pero en esta ocasión realizaba el viaje solo. Algo le decía que sería mucho más intenso que el resto, y en definitiva es lo que buscaba, poder experimentar lo que aquel lugar podía despertar en él. 

Cuando llego al destino, la niebla se dispersaba entre los tímidos rayos de sol, que poco a poco se dejaban ver, alumbrando tenuemente la inmensidad el valle. Al bajarse del coche, después de estacionarlo en la era junto a la casa, miro a su alrededor inhalando fuertemente una bocanada de aire fresco, sintiendo esos olores que le venían a la memoria, cuando de niño se despertaba en la casa y salía a la calle a buscar a su abuelo.

   Él, llevaba tiempo sin volver por la casa. Aquella casa donde se fraguaron muchos de los recuerdos de su infancia, ahora se encontraba vacía, huérfana de habitantes a quienes arropar, en los duros meses de invierno que se gestaban en el valle. Hacía mucho tiempo ya, que aquellas personas que pasaron toda una vida en ella cerraran sus ventanas perpetuamente, dejando muchos recuerdos encerrados entre aquellas paredes, recuerdos que fueron fragmentos de la vida de otras generaciones. 

Pero aquel día, entre la penumbra que invadía la morada, solo perturbada por la escasa luz que ofrecía la vieja bombilla del recibidor de la primera planta, subió las escaleras de la casa, sintiendo en su cara el tacto de los hilos de seda, que el tiempo había ido tejiendo entre aquellas paredes. El sonido que emitían las viejas tablas de la escalera al ser pisadas, evidenciaba el paso del tiempo.

Al llegar al recibidor, dirigió rápidamente su mirada hacia la puerta de la cocina que se encontraba entreabierta, pudiendo apreciar la sombra de aquella antigua alacena, donde los abuelos guardaban la vajilla y cubiertos, aparte de servir como pequeña despensa y almacén de todo tipo de enseres de cocina.

Acercándose a la puerta y palpando con la mano por el interior del marco de la misma, consiguió encender la luz, apareciendo entre la oscuridad que reinaba en la cocina, aquel ancestral mueble. Al verlo, se sorprendió pues estaba tal y como se acordaba de su niñez, con elementos que hacían pensar, que aquella estancia seguía habitada por sus antepasados y que el tiempo se había detenido.

Luego, se acercó hasta la ventana de la cocina. Aquel día, debía de ser distinto al resto de las visitas que ocasionalmente hacia a la casa, porque algo le decía en su interior que debía abrir la ventana, esa ventana que tantos recuerdos le traían de su infancia, cuando con tan solo 5 años se asomaba, ayudado de un taburete, al oír abrir la puerta para ver quien venía a la casa. 

El cierre de la ventana estaba agarrotado, hacía mucho tiempo que no se abría, pero la fuerza de los sentimientos que en ese momento invadían su cabeza hicieron el resto, consiguiendo así, liberar la luz que empujaba desde el exterior contra la ventana, y que estaba deseando entrar e invadir la estancia rememorando muchas de las vivencias que entre aquellas cuatro paredes, tuvieron lugar en otro tiempo. 
Esa luz irrumpió en el cuarto e improvisadamente es como si aquella cocina se fundiera con los recuerdos que le venían a su cabeza, de pronto todo estaba como él lo recordaba en su infancia, los fogones desprendían calor, ese calor de hogar que le envolvía en otro tiempo, despertando en él, los olores que con mucha nostalgia recordaba de su niñez. Todo estaba como si de repente en otra época se hubiera parado el tiempo y él se hubiera quedado atrapado en sus propios recuerdos. 

Cuando se acercó a esa luz que entraba con fuerza a través de aquella vieja ventana, apenas podía ver el exterior por la fuerza del resplandor, pero cuando consiguió asomarse, esta vez sin necesidad de la ayuda de ningún taburete, pudo escuchar el sonido de la madera al ser aserrada. En la calle estaba su abuelo y su padre preparando leña para pasar el duro invierno que en pocas semanas llegaría, y para el que debían estar preparados. 

Al girar la cabeza pudo apreciar a lo lejos como calle arriba venia una señora de avanzada edad, con los brazos ocupados con sendos baldes de metal que servían para transportar el agua de la fuente, agua que serviría para beber, cocinar, y demás usos, pues en ese tiempo no había agua en las casas, e ir a buscar agua a la fuente era una labor cotidiana. A medida que se iba acercando y entre los rayos de sol que le cegaban después de la oscuridad vivida en el interior de la morada, pudo ir apreciando el semblante de aquella mujer, dibujando a medida que se aproximaba el rostro de su abuela, que traía agua para preparar la comida. 

Dominado por la nostalgia, que no cesaba de evocarle sentimientos, cerro los ojos, dejándose llevar por los recuerdos que su memoria guardaba, despertando en él, una sensibilidad extrema, arropado por los sonidos y olores que envolvían el valle, aquel valle en el que tantas vivencias había tenido y que recordaba con gran ternura..., 

después, retorno de ese maravilloso éxtasis y mirando su reloj, volvió a su tiempo, lamentándose que las obligaciones que para aquella tarde tenía pendientes, le obligaban a abandonar nuevamente la casa, por lo que muy a su pesar, saco la efímera luz de aquella estancia, al cerrar la ventana nuevamente, pero con el propósito de volver otro día y regar de luz aquella casa, esa luz que le trasladaba a otro tiempo, a otro estado, sencillamente..... a su memoria.
Buena Luz,

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