- Marzo 2021 -
Autumm breeze  -  Jacob´s piano
Aquella mañana de primeros de marzo, el valle amaneció con un espeso manto de niebla que parecía descansar sobre el lecho de aguas oscuras y frías del pantano. A medida que se adentraba en el desfiladero, e iba surcando con su coche la sinuosa carretera entre la montaña y el embalse, la niebla parecía despertar de su tálamo, elevándose lentamente, creando mágicas formas que invitaban a contemplar. Eran como siluetas de cuerpos esbeltos, bailando sobre las gélidas y silenciosas aguas, siempre contemplados por la frondosa vegetación que se alzaba a ambos lados del cauce, mostrando gran interes, ante aquella majestuosa danza de formas, como si de público expectante se tratase. Sin dudarlo ni un momento, buscó la oportunidad y detuvo el vehículo en un pequeño entrante de aquel serpenteante camino, junto a la orilla.

Cuando se bajó del auto, pudo apreciar con más detalle, esa coreografia de formas danzando ante sus ojos, era la niebla que regularmente y coincidiendo con el alba, solia visitar el silencioso pantano, como si de su prometida se tratase y que al ser estimulada por los primeros rayos de sol de la mañana, abandonaba su álveo, despidiendose con la promesa de volverse a ver.  El silencio que reinaba el lugar, solo interrumpido ocasionalmente por el graznar de algún cuervo, invitaba a dejarse llevar. mimetizandose en el lugar. Durante unos segundos cerro sus ojos, dejandose envolver por aquella mezcla de estímulos que parecia transportarle a otra dimensión, percibiendo como la niebla se despedia también de él, acariciando su rostro suavemente, apreciando la fresca brisa de la mañana.... De repente, un escalofrío le recorrio su cuerpo, anunciandole que debía continuar su viaje.

Este viaje, sería diferente al resto, siempre que había visitado aquel lugar, lo había hecho acompañado, casi siempre con sus progenitores, aunque en los últimos tiempos, las visitas fueron en compañia de su Padre. Pero en esta ocasión realizaba el viaje solo, con el desconocimiento, que no habría muchas ocasiones más de las que disfrutar de esa alianza que le acompaño durante más de medio siglo. Atrás quedaban otros tiempos, que hoy solo formaban parte del recuerdo, como aquel viejo 850 con el que en tantas ocasiones viajaron al pueblo, siendo testigo de muchos recuerdos que la familia protagonizo. Algo le decía que este viaje sería mucho más intenso que el resto, y en definitiva eso es lo que buscaba, poder experimentar en su plena soledad, lo que aquel lugar podía despertar en él, despues de tanto tiempo. 

Cuando llego a su destino, la niebla se dispersaba entre los tímidos rayos de sol, que poco a poco se dejaban ver, alumbrando tenuemente la inmensidad del valle. Al bajarse del coche, después de estacionarlo en la era junto a la casa, esa era, que había sido testigo de innumerables juegos, aventuras y travesuras durante los meses de verano de su lejana infancia. Miró a su alrededor inhalando fuertemente una bocanada de aire fresco, sintiendo esos olores que le venían a la memoria, cuando de niño se despertaba en la casa y salía a la calle a buscar a su abuelo.

   Llevaba mucho tiempo sin volver. Aquella casa donde se fraguaron muchos de los recuerdos de su infancia, ahora se encontraba vacía, huérfana de habitantes a quienes arropar, en los duros meses de invierno que se gestaban en el valle. Hacía mucho tiempo ya, que aquellas personas que pasaron toda una vida en ella, cerraran sus ventanas perpetuamente, dejando muchos recuerdos encerrados entre aquellas paredes, recuerdos que fueron fragmentos de la vida de otras generaciones. 

Caminó lentamente hacia la antigua morada, levantada en piedra con su tejado irregular de tejas granates, a pie de la calle Mayor, ahora un tanto descuidada y misteriosa, seguía en pie. Al abrir la vieja puerta, un crujido familiar le saludó, sintiendo un nudo en la garganta. Entre la penumbra que invadía la morada, cruzo el vestíbulo, llegando así al interruptor que se encontraba al pie de los escalones que conducian a las estancias superiores, y al actuarlo una tenue luz  descendio a traves de la escalera iluminando levemente la entrada. Esa suave luz, provenia de la vieja bombilla que colgaba del recibidor de la primera planta. Al subir las escaleras el sonido que emitían las viejas tablas al ser pisadas evidenciaba el paso del tiempo. Cada crujido era un eco de su niñez, de noches en que subía corriendo hacia su habitación tras largas tardes de juego. 

Antes de girar los 90 grados que obligaba la escalinata para acceder a la primera planta de la vivienda, se detuvo ante el misterioso receptáculo practicado en los gruesos muros de la casa. Discreto por un gastado visillo de tela con algún que otro jirón, y seguramente tejido en otra época por la abuela, lo hacía util para mantener ocultos aquellos utensilios y arcaicas herramientas que el abuelo empleaba para elaborar cucharas y tenedores de madera de boj. Tenía tanta curiosidad por descubrir si todo seguia igual, que con la ayuda de su mano, deslizo ligeramente la cortina, dejando a la vista todo tipo de enseres. También había hueco para colgar alguna que otra criba de grano y sobre las viejas tablas de madera curvada situadas en la parte superior de la hornacina, reposaban varias cajas metálicas de galletas y del mítico Cola-Cao, desgastadas por el uso y algo oxidadas, que guardaban diferentes materiales para el mantenimiento y conservación de la casa en el día a día. 

Continuo avanzando por las escaleras, sintiendo en su cara el tacto de los hilos de seda, que el tiempo había ido tejiendo entre aquellas paredes. Al ir acercandose al recibidor y sobre una mesa baja que presidia la estancia, descansaba el majestuoso receptor de radio del abuelo Pedrin, cuantos recuerdos le traia aquella ancestral radio de válvulas que su abuelo había adquirido alla por los años 40. Aquel aparato de gran tamaño, fabricado en madera pulida, con los mandos en baquelita negra, sobre los que presidia un gran dial, donde se podian sintonizar señales de todo el mundo. En la parte superior del dial tenia el famoso ojo magíco que lo hacia tan especial, al lado, un respetable altavoz que puso voz a muchas emisiones radiofonicas de la época. Era un aparato de la marca Inter modelo Coral, fabricado en España, y fue uno de los primeros en llegar al pueblo. ​​​​​​​


A mano derecha del hall, se encontraba la habitación donde dormían sus padres cuando la familia visitaba a los abuelos en los fines de semana y épocas de vacaciones. Con la puerta entreabierta y la luz que se filtraba en la alcoba, proveniente de la luz del recibidor, la curiosidad le llamaba a entrar. 

Encendió la luz de la estancia, pero la iluminación que ofrecía la arcaica bombilla que colgaba del techo, era tan tenue que sin pensarlo ni un momento cruzo la habitación y abrió la ventana que daba a la trasera de la casa, dejando que la luz revelara muchos de sus recuerdos que en ese momento le pasaron por la cabeza. Aquellas noches de pesadillas y miedos, en las que acababa acudiendo junto a sus progenitores en los que encontraba refugio esfumándose así, todas aquellas criaturas que le visitaban en sus sueños, o aquellos amaneceres en los que se despertaba temprano y se acurrucaba entre los dos, encontrando el calor y el cariño que su cama solitaria no podía darle. Fueron tantas las ocasiones en las que acabo durmiendo en aquella habitación que para él, fue más importante que la suya propia.



En aquella estancia está un ancestral mueble de madera tallada que siempre presidio la habitación. Era un mueble palanganero sobre el que reposaba un gran aguamanil cerámico, que, en otro tiempo seguro tuvo una gran importancia en el mobiliario de los hogares de la época y en el aseo personal de quienes habitaron entre aquellas paredes. Sobre la encimera de piedra natural del mueble, aun se conservaban algunas antiguas imágenes, pero lo que más llamó su atención fue un frasco del mítico Floïd, esa loción la había visto en tantos momentos de su infancia, con su abuelo, su padre, .... Ante aquello no pudo resistirse en abrir el frasco y acercar su nariz volviendo a sentir de nuevo ese olor y recuperando en su memoria a quienes hoy ya no están, con la esperanza de sentir el tacto de aquella mejilla afeitada que tanto significo para él.




Al salir nuevamente al recibidor, dirigió rápidamente su mirada hacia la puerta de la cocina que se encontraba entreabierta, pudiendo apreciar la sombra de aquella antigua alacena, donde los abuelos guardaban la vajilla y cubiertos, aparte de servir como pequeña despensa y almacén de todo tipo de enseres de cocina. Esa alacena para él siempre fue como un lugar mágico, de la que todas las tardes su abuela preparaba esos suculentos bocadillos que siempre recordaba de su niñez, que siempre tuvieron un sabor especial. 

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Acercándose a la puerta de aquella estancia y palpando con la mano por el interior del marco de la misma, consiguió palpar aquel viejo interruptor y encender la luz, apareciendo entre la oscuridad que reinaba en la cocina, aquel ancestral mueble. Al verlo, se sorprendió pues estaba tal y como se acordaba de su infancia, con muchos elementos sobre el anticuado aparador que hacían pensar, que aquel hogar seguía habitado por sus antepasados y que el tiempo se había detenido para siempre.

Luego, se acercó hasta la ventana de la cocina. Aquel día, debía de ser distinto al resto de las visitas que ocasionalmente hacia a la casa, porque algo le decía en su interior que debía abrir la ventana, esa ventana que tantos recuerdos le traían de su infancia, cuando con tan solo 5 años se asomaba, ayudado de un taburete, al oír abrir la puerta para ver quien venía a la casa. 

El cierre de la ventana estaba agarrotado, hacía mucho tiempo que no se abría, pero la fuerza de los sentimientos que en ese momento invadían su cabeza hicieron el resto, consiguiendo así, liberar la luz que empujaba desde el exterior contra la ventana, y que estaba deseando entrar e invadir la estancia rememorando muchas de las vivencias que entre aquellas cuatro paredes, tuvieron lugar en otro tiempo. 
Esa luz irrumpió en el cuarto e improvisadamente es como si aquella cocina se fundiera con los recuerdos que le venían a su cabeza, de pronto todo estaba como él lo recordaba en su infancia, los fogones desprendían calor, ese calor de hogar que le envolvía en otro tiempo, despertando en él, los olores que con mucha nostalgia recordaba de su niñez. Todo estaba como si de repente en otra época se hubiera parado el tiempo y él se hubiera quedado atrapado en sus propios recuerdos. 

Cuando se acercó a esa luz que entraba con fuerza a través de aquella vieja ventana, apenas podía ver el exterior por la fuerza del resplandor, pero cuando consiguió asomarse, esta vez sin necesidad de la ayuda de ningún taburete, pudo escuchar el sonido de la madera al ser aserrada. En la calle estaba su abuelo y su padre preparando leña para pasar el duro invierno que en pocas semanas llegaría, y para el que debían estar preparados. 

Al girar la cabeza pudo apreciar a lo lejos como calle arriba venía una señora de avanzada edad, con los brazos ocupados con sendos baldes de metal que servían para transportar el agua de la fuente, agua que serviría para beber, cocinar, y demás usos, pues en ese tiempo no había agua en las casas del pueblo, e ir a buscar agua a la fuente era una labor cotidiana. A medida que se iba acercando y entre los rayos de sol que le cegaban después de la oscuridad vivida en el interior de la morada, pudo ir apreciando el semblante de aquella mujer, dibujando a medida que se aproximaba el rostro de su abuela, que traía agua para preparar la comida. 

Dominado por la nostalgia, que no cesaba de evocarle sentimientos, cerro los ojos, dejándose llevar por los recuerdos que su memoria guardaba, despertando en él, una sensibilidad extrema, arropado por los sonidos y olores que envolvían el valle, aquel valle en el que tantas vivencias había tenido y que recordaba con gran ternura..., 

después, retorno de ese maravilloso éxtasis y mirando su reloj, volvió a su tiempo, lamentándose que las obligaciones que para aquella tarde tenía pendientes, le obligaban a abandonar nuevamente la casa, por lo que muy a su pesar, saco la efímera luz de aquella estancia, al cerrar la ventana nuevamente, pero con el propósito de volver otro día y regar de luz aquella morada, esa luz que le trasladaba a otro tiempo, a otro estado, sencillamente..... a su memoria.
Buena Luz,

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